Santa Cruz de la Calle Cabo
La Cruz, signo del Cristiano
En el principio del cristianismo cuando la cruz era un signo de ignominia y la dominación romana seguía vigente, los cristianos tomaron como signo de identificación, el Pez dado que en sus letras griegas iba el monograma de "Jesús Hombre Salvador del Mundo", más tarde, sobre el siglo VI, el cristianismo adoptó la Cruz como símbolo de su Fe.
¿Qué cosa es un símbolo? Es algo sencillo que al mirarlo recuerda o representa toda una gama de sentir o de condiciones, algo que al mirarlo trae a la memoria cosas tan importantes que es necesario resumirlo en un signo. La Cruz es el símbolo radical, primordial para los cristianos: uno de los pocos símbolos universales, comunes a todas las confesiones.
La esencia del cristianismo es la Redención, es el "porqué" de la venida de Cristo. El Señor no vino a resucitar, esto es la consecuencia, la confirmación de la salvación en la Cruz. Por lo tanto, el símbolo que resume la esencia del Cristianismo es la Cruz, escenario del suceso más trascendental en la historia del hombre. Por este motivo fue escogida la Cruz como símbolo del cristiano y significa Salvación, no derrota; pues Cristo en la Cruz no es símbolo de derrota sino de victoria sobre el pecado. La Cruz es sólo un signo de salvación y nos recuerda la victoria y el sacrificio del Hijo de Dios y como tal debe ser venerada y respetada.
Fue en el siglo IV cuando la cruz se convirtió, poco a poco, en el símbolo predilecto para representar a Cristo y su misterio de salvación. Desde el sueño del Emperador Constantino, hacia el 312 ("In hoc signo vinces": con esta señal vencerás), que precedió a su victoria en el puente Milvio, y el descubrimiento de la verdadera Cruz de Cristo, en Jerusalén, el año 326, por la madre del mismo emperador, Elena, la atención de los cristianos hacia la Cruz fue creciendo. La fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, que celebramos el 14 de septiembre, se conoce ya en Oriente en el siglo V, y en Roma al menos desde el siglo VII.
Las primeras representaciones pictóricas o esculturales de la Cruz ofrecen a un Cristo Glorioso, con larga túnica, con corona real: está en la Cruz, pero es el Vencedor, el Resucitado. Sólo más tarde, con la espiritualidad de la Edad Media, se le representará en su estado de sufrimiento y dolor.
En nuestro tiempo es la Cruz, en verdad, un símbolo repetidísimo, en sus variadas formas:
- La cruz que preside la celebración, sobre el altar o cerca de él.
- La cruz procesional que encabeza el rito de entrada en las ocasiones más solemnes, y parece ser el origen de que luego el lugar de la celebración este presidido por ella.
- Las que colocamos en las habitaciones de nuestras casas.
- La cruz pectoral de los Obispos, y el báculo pastoral del Papa, basta recordar el magnifico báculo de Juan Pablo II, en forma de cruz, heredado de Pablo VI.
- Las cruces penitenciales que los "nazarenos" portan sobre sus espaldas en la procesiones de Semana Santa.
- La cruz como adorno y hasta como joya que muchas personas llevan al cuello.
- Las variadas formas de "señal de la cruz" que trazamos sobre las personas y las cosas (en forma de bendición) o sobre nosotros mismos en momentos tan significativos como el comienzo de la Eucaristía o el rito del Bautismo.
La elocuencia de un símbolo
No nos damos mucha cuenta, porque ya estamos acostumbrados a ver la Cruz en la iglesia o en nuestras casas. Pero la Cruz es una verdadera cátedra, desde la que Cristo nos predica siempre la gran lección del cristianismo. La Cruz resume toda la teología sobre Dios, sobre el misterio de la salvación en Cristo, sobre la vida cristiana. La Cruz es todo un discurso: nos presenta a un Dios trascendente pero cercano; un Dios que ha querido vencer el mal con su propio dolor; un Cristo que es Juez y Señor, pero a la vez Siervo, que ha querido llegar a la total entrega de sí mismo, como imagen plástica del amor y de la condescendencia de Dios; un Cristo que en su Pascua -muerte y resurrección- ha dado al mundo la reconciliación y la Nueva Alianza entre la humanidad y Dios...
Esta Cruz ilumina toda nuestra vida. Nos da esperanza. Nos enseña el camino. Nos asegura la victoria de Cristo, a través de la renuncia a sí mismo, y nos compromete a seguir el mismo estilo de vida para llegar a la nueva existencia del Resucitado.
Todo gesto simbólico, todo signo, pueden ayudarnos por una parte a entrar en comunión con lo que simboliza y significa. Que es lo importante. Y por otra, puede ser también un peligro, si nos quedamos en la mera exterioridad. Entonces el gesto se convierte un poco en gesto mágico, ritual, rutinario, que no significa nada ni nos lleva a nada.
De tanto ver la Cruz, y de tanto hacer sobre nosotros su señal, se puede convertir en un gesto mecánico, que no nos dice nada. Y mas cuando se puede convertir sencillamente en un objeto de adorno, mas o menos estético y precioso, pero que no parece indicar que comporte una auténtica fe en lo que significa.
Los cristianos, a la Cruz, le tenemos que reconocer todo su contenido, para que no sea un símbolo vacío. Y entonces sí, puede ser un signo que continuamente nos alimente la fe y el estilo de vida que Cristo nos enseñó. Si entendemos la Cruz, y si nuestro pequeño gesto de la señal de la Cruz es consciente, estaremos continuamente reorientando nuestra vida en la dirección buena.
Orígen del día de la Santa Cruz.
De un trabajo de Guadalupe Flores Morán, proporcionado por el licenciado Carlos Arturo Nava Valtierra, director del Archivo histórico Municipal del León Guanajuato, compendio lo siguiente: ¿Cuál es el origen de la veneración a la Santa Cruz? Se remonta al siglo III – año 292 – cuando la emperatriz Elena, esposa del emperador Constancio Cloro, mujer de extraordinaria virtud, y perseguida por la idea obsesionante de encontrar la Cruz de Cristo, pidió a su esposo la autorización para demoler el templo dedicado a uno de los dioses del imperio romano, construido justo sobre el monte Calvario, pues estaba segura de encontrar la reliquia bajo el gran templo. Conseguida la autorización, movilizó muchos obreros y efectivamente, bajo los escombros hallaron no una sino tres cruces deduciendo que una debía corresponder al Salvador y las otras a cada uno de los ladrones con el crucificados”.
¿Cómo saber cual era la cruz de Jesús? Una idea cruzó por la mente de la emperatriz Elena: mando llevasen a su presencia un difunto que estaba próximo a ser sepultado, le fueron colocando sobre cada una de las cruces encontradas, y al tocar una de ellas recobró la vida. Ya no había duda: ésta era la verdadera cruz en que murió el Redentor del mundo. Por esta razón la emperatriz Elena fue canonizada, y se le venera como Santa Elena de la Cruz.
A la muerte de Constancio Cloro fue proclamado emperador su hijo Constantino, quien pronto sería testigo de un gran prodigio: marchaba hacia Roma con sus ropas listas para enfrentar a Majencio, quien aspiraba al gobierno del imperio romano, y cuyo ejercito era muy superior. Mas sintiendo Constantino que necesitaba una ayuda extraordinaria, pidió al dios de los cristianos este auxilio, y su oración fue atendida. Esa tarde, hacia la puesta del sol, apareció en el cielo, y a la visa de todo el ejercito, una cruz luminosa con la inscripción “In hoc signo vinces” (Con este signo vencerás).
Esa misma noche se le apareció en sueño Cristo, mandándole que hiciese un lábaro tomando como modelo la cruz que se le había aparecido, y lo llevase en todas las batallas. Así lo hizo: Majencio fue derrotado y en su huida se ahogo en el Tíber; desde aquel día, como prenda de su victoria, Constantino mandó poner la cruz como remate de su corona, lo mismo que en las banderas y en lo alto del Capitolio. Como primer acto de gobierno promulgó el edicto de Milán (ano 313), por lo cual se concedía a los cristianos la libertad de culto, restituyéndosele las iglesias y demás pertenencias de que habían sido despojados. Se deduce que quienes demolieron el templo y sacaron de los escombros la Santa Cruz, fueron trabajadores de la construcción, y ese es el motivo por el que dichos obreros, desde tan lejanos ayeres, consideran como algo muy suyo a la Santa Cruz.
Ya en el siglo VII, en el imperio romano de oriente, en el año 611, el monarca persa Cosroes II emprendió la conquista de las provincias bizantinas orientales, con un poderoso ejercito, arrasando Siria y Jerusalén, que cayo después de veinte días de asedio en el año 614.
La iglesia del Santo Sepulcro erigida por Constantino, fue saqueada e incendiada, llevándose los invasores un gran botín, en el que entre otras reliquias, iba la Santa Cruz que Cosroes condujo hasta Ctesifonte, capital sasánida. Pocos años después, el emperador bizantino Heraclio (610-614) salió de Constantinopla con un fuerte ejercito, realizando tres brillantes campañas contra los persas, entre 622 y 628, que llevaron las armas imperiales de victoria en victoria hasta casi las puertas de Ninive. La Santa Cruz fue recuperada, conduciéndola el Basileo en persona hasta Jerusalén, el 21 de marzo de 630 – así nos dice el historiador armenio Sebeos, en su “Historia del emperador Heraclio”.
Con lo cual la cruz que se guardó en Jerusalén quedó sensiblemente reducida, adoptando la forma que conocemos como "griega" o de brazos iguales. Para guardarla, Santa Elena, ordenó edificar una iglesia circular sobre el Santo Sepulcro del monte Gólgota y en ella colocó el sagrado madero.
Allí permaneció la cruz hasta el año 614, en que los persas atacan la ciudad santa robando la Vera Cruz y secuestrando al Patriarca de Jerusalén, Zacarías, con la intención de pedir rescate por ambos. Sin embargo, en el 627, el emperador Heraclio derrotó a los persas y éstos se vieron obligados a devolver cruz y patriarca, que llegaron a Jerusalén en el 629 para instalarse otra vez en su iglesia con todos los honores.
Algunos autores opinan que la Vera Cruz se conservó en forma de cruz griega hasta la época de las cruzadas, por lo cual las Ordenes Militares, nacidas tras la conquista de la Ciudad Santa en 1099, adoptaron cruces de tipo "griego" para sus insignias distintivas, aunque variasen levemente la forma terminal de los brazos y el color dado a las mismas. Ello se habría debido q que la Vera Cruz podía ser contemplada, en su forma griega, por cruzados y peregrinos cuando el día de Viernes Santo era expuesta a la adoración pública en la iglesia del Santo Sepulcro.
Sin embargo, cuando los caballeros del Temple escogen un modelo de cruz para sus relicarios "lignum crucis", no adoptan la cruz griega como parecería natural, ni siquiera la cruz latina, sino que toman un tipo de cruz, radicalmente distinta de las anteriores pero muy popular entre los cristianos de oriente: la cruz patriarcal o de cuatro brazos.
Este modelo de cruz era de uso corriente entre los cristianos orientales, bizantinos, armenios, etc., quienes confeccionaban con él joyas para guardar diversas reliquias.
Si el culto al signo de la cruz y a su símbolo máximo, expresado en los fragmentos de la Vera Cruz, alcanzó gran extensión y popularidad, mucho mayor aún fue la popularidad y fama que obtuvieron las reliquias del madero sagrado conservadas en los "lignum crucis" con forma de cruz patriarcal. A partir de los cuales hacen su aparición las más famosas cruces talismánicas del patrimonio popular, como la "Cruz contra la peste", la "Cruz de San Zacarías", la "Cruz de San Bartolomé", la "Cruz de Alcaravaca", la "Cruz de la Luna" y muchas otras. Todas ellas representadas como cruz de cuatro brazos o patriarcal, realizadas en los más diversos materiales, latón, madera, tela, etc., y poseedoras de las más peregrinas virtudes mágico-terapéuticas, tales como curar la peste, el mal de ojo, el alunado las fiebres.
Cruces que, casualmente, toman su fama y se extienden entre el pueblo llano, a partir de los relicarios "lignum crucis" existentes en ciertas encomiendas de la Orden del Temple y rodeados de un aura legendaria y mágica. Lignum crucis con los que se practican singulares ritos cuya heterodoxia raya en el paganismo más descarado, a pesar de que tales cruces se utilizaban normalmente en algo tan inocente, al menos en teoría, como era el ritual de admisión a la Orden del Temple; una ceremonia sencilla, donde el aspirante a caballero templario debía jurar fidelidad a la Orden y a sus reglas ante el Lignum Crucis que le presentaba el Maestre.
Lo inquietante es la ceremonia de admisión que dieron lugar a las sospechas inquisitoriales, se decía que los caballeros, al tiempo que adoraban la cruz, renegaban del crucificado invitando al neófito a hacer lo mismo. Algo así como si reconociesen la validez del símbolo, la cruz como símbolo universal, al tiempo que renegaban de la apropiación cristiana del mismo.
Pero el Lignum Crucis patriarcal de los templarios presidía también otras ceremonias de los caballeros. Así, estaba presente en los ritos celebrados con motivo de la festividad de La Candelaria, Virgen Negra por excelencia; una de las fiestas que obligatoriamente debía celebrarse en las encomiendas templarias, según el artículo 75 de la Regla Primitiva.
Generalmente se admite, que la forma geométrica de la cruz de cuatro brazos proviene de una deformación estética. El artesano, para dotar a la cruz de una forma más artística, alargó la cartela o "títulus", donde figura el INRI, de modo que adquiriese semejanza con los brazos de la cruz e incluso poniéndole las mismas terminaciones floreadas en las puntas; así, lo que en el principio era el cartel, teóricamente infamante, de la cruz latina corriente, degeneró hasta convertirse en un segundo juego de brazos. Esta hipótesis, que habitualmente se da por buena, lo único que hace es manifestar una ignorancia supina sobre las normas que regían en el medievo la fabricación de cualquier objeto ritual o de culto, cuando las cualidades estéticas estaban relegadas a un segundo plano y puestas al servicio del símbolo.
En realidad se trata de otra cosa, como demuestra el lignum crucis de Caravaca que, sobre el palo vertical de la cruz, ostenta el títulus correspondiente sin relación ninguna con los brazos menores; otra prueba es que en los lignum crucis donde no aparece el títulus sobre el palo vertical, no aparece en ninguna otra parte, cuando lo lógico es que figurase, cuando menos, en los brazos menores que según dicen los "expertos" sustituyen la cartela del INRI.